•sábado, diciembre 27, 2008
Casi ahogada por el Mediterráneo que la envuelve, Peñíscola es el perfil amurallado de la vieja población de empinadas calles de cantos rodados; es también la silueta desafiante del castillo; pero sobre todo, es la ciudad del Papa Luna, aquel Benedicto XIII que, llevado de su carácter bravío, animó durante años el Cisma de Occidente. Ciudad para la historia amasada en sol, mar y roca. Peñíscola es un monumento a la historia de aquel que escribió una bella página de fidelidades.

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